jueves, abril 18, 2024

Sueño de campeón: Agustín Gauto, de la pelota a los guantes

Por Fernando Bajo

Oscar Ringo Bonavena sigue vivo. “Muerto es aquel que nadie recuerda”, afirmó Patricio Fontanet, cantante de la ex banda de rock Callejeros, meses después de la tragedia de Cromañón. Y si hay alguien que no fue olvidado es Ringo, mucho menos en la casa del púgil Agustín Gauto y su familia. Allí, Huracán, el boxeo y Bonavena están presentes en todo momento. Hernán, padre de Agustín, fue boxeador amateur y le transmitió la pasión a su hijo. El Globito también es parte de la herencia de los Gauto: “Significa una gran parte de mi vida, me lo pasé en la cancha, nací con estos colores”, afirma El Avión. Como fieles hinchas del Quemero y amantes del deporte que llevan en la sangre no podían dejar de tener presentes a Bonavena, es por eso que decidieron llamar Ringo a su perro. “Mi papá le puso ese nombre, es una forma de tenerlo presente. Él era único, una cosa de locos”, dice el joven lanusense.

 

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A través de una puerta de aluminio de color negro se ingresa a la cancha de futsal, ubicada en Lanús en la intersección de las calles Concejal Héctor Noya y Coronel Seguí donde se encuentran las instalaciones del club Sociedad de Fomento Villa Argerich, en la que Agustín Gauto está pateando una pelota de fútbol. Mientras hace eso tiene el celular en la mano izquierda, por momentos deja de prestarle atención a lo que lo rodea y escribe un mensaje en su teléfono. Luego continúa. 

Son las 18.30 del martes 20 de agosto y el gorro blanco con una inscripción que lleva puesto el boxeador de 21 años, además de su campera, indican que la temperatura es baja.

Su voz aguda y su timidez a la hora de hablar denotan la personalidad de Gauto. Saluda rápidamente e invita a los presentes a pasar a un salón grande para evitar el frío que hace afuera. Allí hay un sillón, en el que caben dos personas, y un par de sillas alrededor. También, a un costado un muchacho le está cortando el pelo a otro. El púgil se sienta predispuesto a ser entrevistado, mientras que integrantes de su equipo, el Team Gauto, hacen lo propio cerca de él y solo se limitan a observarlo, no hablarán durante la media hora que durará la nota.

El Avión, apodo que le puso un compañero de entrenamiento, jugó al fútbol en las inferiores de Talleres de Remedios de Escalada. Sin embargo, a los 14 años se cansó: “De un día para otro me aburrí de jugar a la pelota y le dije a mi viejo que me llevara a un gimnasio de boxeo y lo hizo al día siguiente”, confiesa Gauto. Su padre ahora es su entrenador: “Trabajar con mi viejo por un lado está bueno y por el otro no tanto. Cuando hay problemas familiares hay que separarlos y a veces es complicado, pero por ahora vamos bien”, asegura Agustín.

Cuando habla mira el piso todo el tiempo mientras mueve las manos constantemente, casi con la misma rapidez que ejecuta en el ring. Solo levanta la cabeza cuando espera una nueva pregunta y luego vuelve a repetir los mismos movimientos.

Varios periodistas expertos en la disciplina sostienen que Gauto es la máxima promesa del boxeo argentino, pero el lanusense intenta no abstraerse con los elogios. “Que digan eso me pone contento, no me lo tomo como una presión, pero yo siento que todavía no peleé con grandes rivales, sin desmerecer a los que enfrenté, todavía no me llegó una pelea cumbre, así que eso lo voy a ver más adelante”, fundamenta.

Agustin Gauto
Agustín Gauto.

A pesar que desde que debutó como boxeador profesional en 2016 hasta hoy ganó los 12 combates que tuvo (6 por nocaut) en su categoría, peso minimosca –desde 47,627 kilogramos hasta 48.988 kilogramos-, los mejores peleadores son de países asiáticos. El japonés Ken Shiro posee el cinturón del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) en dicho peso y su compatriota, Hiroto Kyoguchi, ostenta el ejemplar de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).

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Agustín Gauto no tuvo una adolescencia sencilla. A los 15 años abandonó la escuela porque en su casa la plata no alcanzaba y tuvo que trabajar de albañil. “El día que me hice profesional decidí dejar de trabajar y dedicar todo al boxeo. Gracias a Dios pude hacerlo, aunque estaba en un apriete económico”, recuerda. “Por temas de tiempo y entrenamiento no puedo cursar -explica El Avión– pero terminar el colegio es algo que me queda pendiente”.

Mientras tanto sigue dedicando su vida completa al deporte que conoció por herencia de su padre: “A la mañana salgo a correr, después martes y jueves entreno con mi preparador físico. A las 14, hago todo lo que es físico acá (en el gimnasio) y a la tarde de 19 a 21 más o menos, hacemos técnica, guanteo; así que es bastante duro todos los días”.

El sacrificio en los entrenamientos parece darle sus frutos. El 6 de abril de este año Gauto obtuvo el título Mundial Juvenil de la Federación Internacional de Boxeo (FIB) tras derrivar a los doce segundos del primer asalto a Jesús Cervantes con un cross de izquierda. A pesar de que en las últimas peleas logró sobreponerse ante sus rivales por nocaut, El Avión no se define como un noqueador y afirma: “Soy más contragolpeador que peleador”.

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Agustín añora poder consagrarse en -al menos- tres categorías diferentes: “Algo parecido a lo que hizo Manny Pacquiao: se consagró en mosca, supergallo, suplerpluma, ligero, wélter y superwelter”, especifica, aunque reconoce que “sería una locura”.

No obstante, El Avión no conoce de imposibles, siete años atrás jugaba al fútbol y no se imaginaba arriba de un ring, pero el destino le deparaba otra cosa. Mientras tanto, sueña con emular al ídolo filipino y es la esperanza de los argentinos que aclaman por un campeón mundial en la disciplina luego de que el 25 de junio de este año, Brian Castaño dejara vacante su título y de esa manera se quebrara la racha de 6583 días en los que Argentina contó con un poseedor de algún cinturón de las cuatro principales entidades de este deporte. Pese a esto, promesas sobran y en Lanús se encuentra una de ellas: se llama Agustín Gauto.

 

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